10 abril, 2010

off-on

Desde el pasado jueves me quedé sin computadora. Aparentemente el sistema operativo sufrió del mal que anda y quiso hacer una pausa. No lo asumí tan mal en el momento y mucho menos luego de notar que en cierta forma me sentía muy cerca de estar experimentando lo mismo que en un retiro espiritual o cuando te internas en la falda de una verde montaña, donde no llega la sofocante y bombardeante civilización.

Hoy ya esto de la desconexión es un caso resuelto y no es que sea todo malo volver a la cotidianidad, pero definitivamente, unas horas de silencio el corazón y la mente las reciben como oxígeno puro y fresco.
La otra cosa es que “desaparecerte” aunque sea involuntariamente es una oportunidad que tienen tus amigos y gente querida para demostrarte que te echan de menos y de verdad que se siente bien la retroalimentación.


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