12 abril, 2010

Porque está escrito...

Abrió serenamente la puerta de su estudio, colocó las llaves en la mesita continúa a la entrada. Se acomodó el nudo de su corbata y se deshizo de la oscura y pesada chaqueta.

Tomó el control de la tele, pero antes de sentarse volvió a colocarlo en la mesa. Descuidadamente, se balanceó sobre su sillón beige y sus almohadones le cobijaron mientras cerraba sus ojos placenteramente.

Los abrió, y allí de frente se encontró con la misma mirada de siempre. El retrato de “ella”, lo tomó y mil recuerdos vinieron a invadir su pequeño estudio que solo era alumbrado por los escasos rayos de luz que la tarde aun le brindaba.

Era ella, sonriente como tanta veces grabó su lente. Con cara enamorada, pícara y apasionada. Dos lágrimas tibias brotaron de sus ojos. Haló la gaveta y guardó el retrato enmarcado en madera.

Repasó cada estación de la tele, sin encontrar algo que le pareciera verdaderamente interesante. Desde 00 al 99 nada le convenció y pensó que al día siguiente llamaría a la compañía de cable para ampliar su plan de servicio.

Se rindió y en su intento frustrado terminó mirando las noticias. La política, la campaña de los candidatos una vez más! (se quejó). Los asaltos, la delincuencia, los asesinatos ocupaban la programación de las “malas nuevas”. Momento de reflexión para dar gracias a Dios por haber llegado a salvo a su casa.

Timbró el teléfono y decidió no contestar, demasiado cansancio y desgano justificaba el que se quedase con la duda de saber quién pudo ser.

Repicó insesante una vez más el aparato, pero esa vez se propuso responder al llamado. Sus padres viven a dos horas de allí y nadie sabe cuando le puede tocar la mala suerte.

Qué carajo! Nadie le habla! Se queda sin respuesta su insistente saludo y finalmente cierra.

Mira el reloj; las 9:00pm. Que rápido pasa el tiempo cuando se está en casa! (pensó) Fue a la cocina, abrió el refrigerador y nada le sedujo, excepto un jugo de naranja de varios días.

Volvió a su sillón beige, puso en Mute el televisor que le alumbraba la vida en ese instante. Abrió una vez más la gaveta y sacó la foto de “ella”. La sujetó con ternura y la miró con la vista puesta en su sonrisa. Se preguntó: Qué habrá sido de ella?

La estrechó contra su pecho y la acarició como si peinara su abundante pelo con sus dedos. Leyó la dedicatoria que a pesar del tiempo la misma ilusión con la que fue escrita le conservó. Respiró con un indiscreto dolor profundo, refugiándose de nuevo a ella.

Dos nuevas lágrimas surcaron su cara, llegando hasta su boca la cual enjugó con la manga de su camisa celeste y volvió a abrazar a su lejana amada.

Se durmió en su regazo, como tantas veces!. Lo venció el cansancio, la tele, la melancolía, sin desprenderse de aquel tesoro que acunaba entre sus manos.

Unos trazos con tinta negra al dorso del porta retrato se dejaban leer a medias y con dificultad, pues sus dedos en ajena presencia los cubrían.

Una nota escrita tal vez con las más firme convicción del que espera y confía en el creador. Así iniciaba: “Algún día…(sus dedos se interponían y no me dejaban leer), y finalizaba resaltando sólo tres palabras: “simplemente, porque está escrito!”



1 comentario:

Anónimo dijo...

Maktub "Estaba escrito" Demasiado lindo! Deberias decicarte a escribir!