Foto: Angela Guichardo/Todos los derechos reservados. |
Dice un viejo y conocido refrán que “Al que madruga, Dios lo ayuda”. Yo digo que no sólo lo ayuda sino que también le permite apreciar la belleza del sol al levantarse e imponerse entre las nubes dormilonas, le hace partícipe de la majestuosidad del astro rey y del renacer de un nuevo día mientras sus rayos de luz acarician la tierra.
Recientemente estuve en el bellísimo Hard Rock Hotel en Punta Cana y la tarde el martes 6, decidí que al día siguiente me levantaría bien temprano para aprovechar y esperar el amanecer en la playa, que dicho sea de paso es muy linda aunque con mucho oleaje para mi gusto.
Éramos muy pocos los que nos habíamos levantado, la playa obviamente estaba desierta aunque me encontré con una señora aparentemente fotógrafa de verdad que había tenido la misma idea mía. La saludé, noté que no me entendió mucho, la dejé tranquila y me alejé.
No estaba en mis planes mojarme, pero inevitablemente fue así cuando una ola me sorprendió y cubrió mis tobillos, mis tenis y parte del pantalón. Salí corriendo a proteger mi equipo y a ponerlo en un lugar más seguro donde no lo alcanzara el agua turquesa y espumosa.
Poco a poco fue apareciendo el sol y con él otras persona, unas dos o tres que se integraron al paisaje. Caminaban y corrían frente a mi lente, lo cual aproveché también para meterlos en el cuento y narrar con sus siluetas y sus gestos una historia.
Iré mostrando más imágenes mientras las vaya seleccionando, quedé muy contenta con el resultado y la verdad es que aunque la noche anterior había estado muy cansada por todo lo que hicimos en el hotel, valió inmensamente la pena tirarme en pie tan de mañana mientras casi todos dormían y disfrutaban del frio y la rica cama.
Así que después de este regalo maravilloso, del despertar del sol ante mi vista tengo más razones para creer que "Al que madruga..."
♥
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