Santo
Domingo.- Los semáforos además de regularizar el tráfico de vehículos y
peatones que transitan en las diferentes intersecciones viales de la capital, se convierten en el cronómetro que marca el
tiempo para que los vendedores que en ellas circundan, realicen la gestión de
venta de un sinnúmero de artículos y servicios que ofrecen a conductores y
transeúntes.
Periódicos,
frutas, flores, agua embotellada, accesorios para celulares, tarjetas de
recarga, gafas de sol, alcancías, repuestos
de parabrisas, entre otros; son algunos de los productos que decenas de
hombres, mujeres y niños ofertan a sus clientes en un lapso de tres minutos aproximadamente, durante el cambio de luz.
Algunos
vendedores mas osados ponen en riesgo sus vidas al tratar de correr en medio de
las vías para alcanzar los vehículos con los que no han concluido sus ventas,
siendo esto un verdadero peligro tanto para ellos como para los choferes por
los accidentes fatales que podrían ocasionar e involucrar a otras víctimas.
Estas
personas de nacionalidades dominicanas y haitianas, desafían las inclemencias
del tiempo y el caos de las horas pico para ingeniárselas y acceder entre los
estrechos pasillos que van dejando los conductores en las horas de mayor
tráfico, seduciendo con sus ofertas a los compradores.
No reaccionan:
El
aumento del comercio informal en ocasiones parece burlar las regulaciones de la
Alcaldía del Distrito, organismo y autoridad competente que desde el año 2010, controla
los artículos que se ofrecen; así como el
número de revendedores que se encuentran en los semáforos.
En
cuanto a las ventas, estas no sólo se limitan al expendio de productos
comestibles o simples accesorios, sino que también violan las leyes de
medioambiente y de la sociedad protectora de animales, al ofrecer a los clientes
perros, peces en fundas y aves en jaulas, algunas que incluso se encuentran en
peligro de extinción.
El
caso más reciente lo es también la depredación de los árboles de la llamada
Flor de Libertad o Moringa, cuyas hojas han tomado auge entre los dominicanos
por el resultado de un estudio científico que revela su alto contenido
medicinal y que ahora se ha añadido al catálogo de productos de estos
vendedores.
Otro
caso que podemos citar es el inadvertido corte de Bambúes para la fabricación de alcancías. Al parecer
las novedosas y resistentes “cajas fuerte de los pobres” han tenido buena
acogida en el nicho de mercado de ahorrantes que ignoran el alto precio que
paga la madre naturaleza por la tala indiscriminada de árboles, y en especial del Bambú que además
de proteger del viento los campos de cultivos, ayudan a evitar la desertización
pues, sus raíces no permiten que las lluvias se lleven la tierra.
Problema social:
Los
comerciantes de estas vías públicas, son en su mayoría padres de familias,
pertenecientes a una clase social pobre y salen cada día salen con la esperanza
de encontrar el sustento de sus hijos en esos improvisados puestos de trabajo.
La
falta de educación académica y el bajo nivel de preparación sumado a la alta
tasa de desempleo, no les han permitido a estas personas insertarse a un mundo
laboral mas formal, menos riesgoso y mejor remunerado donde puedan contar con
seguro médico y una calidad de vida más digna.
Hay de todo:
El
comercio en los semáforos no solo reúne gente laboriosa y bien intencionada; es
también un escenario que muchos aprovechan para pedir limosnas fingiendo una
discapacidad; así como también jóvenes que inesperadamente lanzan contra el
cristal de los vehículos una esponja empapada de agua y llegan a reaccionar de
forma violenta, agrediendo u ocasionando daños a la carrocería si el conductor
no acepta sus servicios.
La
Dirección General de Migración ha denunciado en ocasiones anteriores que se han
detectado bandas que se dedican a distribuir a indocumentados en las
principales calles de la capital para pedir dinero a los conductores y luego
arrebatarles el monto que obtienen de sus acciones pedigüeñas.
Ingenio:
Con
el tiempo se van incorporando nuevas atracciones
al universo de opciones que los vendedores exponen delante de los cristales de
los carros.
Desde
un pollito que ponen a saltar en su bonete, a un evangélico que nos grita
“Arrepiéntete!”, y desde un perro Dálmata con manchas hechas a puros brochazos hasta
una muñeca hawaiana que baila en el tablero.
Sin
dudas que el ingenio de la gente del pueblo es una cantera inagotable de
creatividad que no deja de sorprendernos día tras día.
♥
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