Ilustración: Angela Guichardo |
Hace apenas unos minutos, conversaba por teléfono con una amiga y nos reíamos efusivamente con una de sus ocurrencias que tenía que ver con el día de San Valentín. Un episodio gracioso de esos que pasan y que no hacen más que hacernos el momento divertido e imborrable, digno de compartir para hacer feliz a otros.
En medio de nuestras carcajadas me vino el recuerdo de una anécdota similar a la que ella me narraba e inmediatamente, casi sin poder contener mi voz, la interrumpía entre pausas y más risas para que conociera la mía…
Cuando al fin pude reponerme y hablar con mejor fluidez, le decía a mi amiga casi hermana; que hace unos años cuando era aun una adolescente, un día como el de hoy, llevaron a mi casa un pequeño arreglo floral que no era más que un “solitario”, una rosa de las llamadas “Príncipe Negro”.
El detalle llegó a través del repartidor de la Jardinería, pero no estaba identificado, tenía nuestra dirección, pero no especificaba el nombre de la persona a quien estaba dirigido. Para ese entonces, me parece que éramos solo mi hermana Josefina y yo las dos mujeres a quien podría aplicar el flechazo que Cupido intentaba dar.
Ya se imaginarán el “cerebro” (por no decir “el cocote”) que se le dio al bendito arreglo! Y la comidilla era peor porque llegó sin el nombre ni del remitente y ni del receptor. Tan solo se adjuntó con una breve dedicatoria, pero no era más que el tradicional cliché de los enamorados y no daba pista alguna de quien podría ser el osado porque ninguna esperábamos nada de nadie, lo cual también nos hizo pensar en algún pretendiente que nos “amaba en silencio” o lo más cruel, que el jardín se habría equivocado de casa.
Pasaron unos 4 o 5 días, y el arreglo aun seguía en la mesita de la sala. La rosa ya había perdido su frescura y ya comenzaba a deteriorarse. La base era de plástico y de forma cilíndrica que se elevaba en curvas. Yo estaba encantada con la sencillez del detalle y más aun pensando que a lo mejorrrr era realmente para mi….
Cuando finalmente la flor se marchitó unos días después, compré otra rosa para reponer la dañada! y de esa manera conservar la base y el arreglito como si fuese nuevo. Luego de algunos dos días, llegaron unos hombres tocando la puerta de casa. Eran los empleados del Jardín. De inmediato pensé que irían a identificar para quien exactamente era el arreglo, si para mi hermana o para mí… vaya optimismo!...
Uno de los hombres me dijo: Discúlpeme joven, pero hace unos días dejamos ese arreglo aquí, nos confundimos de dirección y lo hemos venido a buscar (mientras levantaba de la mesita, la base con la rosa.) Que rastr***!! pensé.- Y con mi frustrada anuencia se lo llevaron.
Lo peor es que el shock me dejó tan espantada y casi muda, sin poder creer lo que acababa de pasar que ni siquiera reaccioné para quitarle la rosa que yo mismita le había comprado!
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