El pasado miércoles 9 celebraba el hecho de que me habían retirado el yeso que me inmovilizó parcialmente la mano derecha por espacio de un mes. Aunque de antemano sabía que la recuperación iba a ser un poco lenta y para llevarla al ritmo adecuado me someterían a una serie de terapias que con el tiempo le devolverían a mi mano y específicamente al dedo afectado y con la ayuda de Dios conseguir nuevamente la movilidad normal.
La celebración no se extendió por mucho tiempo porque luego de verme sin el yeso, mi dedo aun no recuperado, lo sentía rígido y adolorido, la funcionalidad de la mano se reduce por el miedo que sientes al ponerla en riesgo de lastimase, el estar tanto tiempo con algo tan pesado en tu cuerpo y que ha mantenido una parte tan importante de ti limitada a mínimos movimientos hace que se atrofien los músculos y una vez liberados de dicha presión les cuesta volver a la normalidad.
Inevitablemente se quiere seguir con la vida y la rutina del día a día, pero tal como dice el popular dicho que todo se le pega al dedo malo, ahora mas que nunca he tenido la odiosa oportunidad de comprobarlo literalmente ya que cualquier acción espontánea lleva a que termines chocando el miembro lastimado.
En ese sentido, eso fue lo que me pasó ayer mientras trataba de colocar la reversa del carro, al ejercer fuerza para apretar el botón de la palanca de la transmisión, escuché el crujir del huesito fracturado e inmediatamente comencé a sentir un fuerte dolor en el área y posteriormente empezó a hincharse.
A consecuencia de lo sucedido, tuve que volver a la Plaza de la Salud y luego de esperar mi turno fuera de emergencia, luego otro turno dentro de emergencia para casi una hora después aguantar un fuerte dolor de un cateterismo para colocarme una inyección introvenosa, cuya inaguantable molestia y ardor sustituyó por completo el dolor del hueso, después de eso otro turno para ingresar al área de rayos x, otra larga espera para escuchar el diagnostico del medico y otra yuca para saldar la cuenta. Finalmente salí con la receta de varios calmantes, desinflamatorios y un nuevo estabilizador para proteger el dedo hasta que vaya a terapia y me consulte con el fisioterapeuta.
Esto ha pasado a ser toda una odisea, el hecho de tan solo volver a ese centro ya lo es. El Hospital Plaza de la Salud es a mi entender incuestionablemente especializado, pero terrible en el manejo de las urgencias y del tiempo de los pacientes.
Volviendo al tema, a parte del dolor que se mantiene latente en el área de la fractura lo cual hace que lo mantengas muy presente, creo que lo que hace peor esta situación es el daño psicológico y el trauma emocional que se siente al estar impedido físicamente hasta de hacer la actividad más insignificante como el pulsar un botón del control remoto de la tele, imagínese cómo he de sentirme al tratar de sujetar un lapicero para escribir como tanto me gusta o para simplemente firmar un documento. De repente comienzas a imaginarte todos los días de tu vida así, y se crea un angustioso sentimiento de impaciencia e impotencia que te consume el ánimo.
Supongo y espero que mi recuperación total sea sólo cuestión de tiempo. Mientras, debo guardar esa esperanza y apoyarme en toda la gente que vemos día a día en las calles, en cualquier esquina, impedidos verdaderamente de hacer una vida normal como los que tenemos la dicha de contar con nuestros dos brazos y piernas.
El ejemplo es todavía aun más admirable cuando provienen de aquellas personas que dichas limitaciones físicas no han sido capaces de detenerlas y sentenciarlas al ocio o a tirar la toalla adjudicándolo a su impedimento. Gente valiosa que han vencido los obstáculos que la vida les ha presentado para ser seres humanos comunes y hasta más productivos que otros supuestamente más privilegiados, gente que se les podría justificar que se lamentaran todos los días, sin embargo sonríen con más ganas que nosotros.
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