Sin tener idea de cómo me iban a tratar o qué cosas tendría
que hacer como primer ejercicio para empezar a despojar el huesito de la
rigidez, arribé llena de inquietudes y
algo temerosa a la gran sala de terapias del centro hospitalario.
Pregunté: Quién es Leslie? Y me contestaron: ″Siga ese pasillo, cuando vea
una chica morena, esa es Leslie”.
Efectivamente, Leslie se encontraba allí, ejerciendo su
trabajo con algunos pacientes, los que desde ese día son mis nuevos compañeros
de travesía.
Inmediatamente me acerqué a Leslie un poco insegura por ser
la primera vez que estaba allí, al verla con la ecuanimidad que me recibió, algo poco común en estos días, me di al cuenta que ella era ”diferente”,
por decirlo de alguna manera.
Escuché su suave voz y recordé por la forma en que con tanta empatía me hacía
algunas preguntas sobre mi fractura, esas escasas experiencias que inmortalizan
un servicio al cliente memorable.
Me invitó a sentarme para continuar con la atención a los que
habían llegado primero y en pocos minutos no fue atendiendo simultáneamente a
cada cual con el rigor de su tratamiento particular.
Aunque los 4 pacientes que estábamos allí compartíamos una dolorosa
razón en común que nos había citado ante una terapista, reinaba un buen
ambiente y hasta mucho sentido del humor, lo que me hizo dar cuenta de una vez
que yo era ”la nueva”, pues mis
compañeros por lo avanzada de sus sesiones ya se han hecho un grupo sociable
muy ameno e identificado con cada uno. Obviamente, al ver tan agradable atmósfera yo empecé a
sentirme cómoda y menos preocupada, sin dejar de observar a Leslie en lo
centrada y elegantemente erguida que trabajaba.
Me inquieté enseguida cuando vi como de repente sufría el
varón del grupo a quien ella le estiraba su mano con los ejercicios. Me preguntaba si me tocaría lo mismo y si me
mantendría tan firme como ese chico que aunque en su rostro denotaba el dolor,
se aguantaba y hasta relajaba para desviarse el mismo la atención.
Cuando me tocó me turno supe que todo esto se trata de iniciar una
rutina que irá cambiando y ”empeorando”
a medidas que se vayan completando las sesiones.
A ver, les cuento como iniciaron las mías: Lo primero es lavarse
las manos y luego me pasaron algo que es mi paso favorito, un baño de Parafina,
aunque es un agua espesa que cae muy caliente en mi mano, me encanta como de
repente se va formando una capa suave de cera casi color rosa que me recuerda
las muñecas plásticas que me compraban y lo mas reciente, la película ”La Piel
que Habito” de Almodóvar.
La cera va
endureciendo lentamente, me envuelven la
mano en un papel y posteriormente en una toalla con la cual debo reposar unos
10 o 15 minutos mientras atienden otros pacientes.
Cumplido el tiempo, me quitan la toalla, el papel y la cera aun
blanda. La sensación de frescura e hidratación de la piel es súper agradable y
ya desearía yo sentirla así en todo mi cuerpo, hasta le sugerí a Leslie a modo de chiste, claro, que me la
aplicara la parafina en la cara y en la otra mano.
Los dos primeros días me pusieron
a jugar con la cera, a apretarla con el dedo afectado hasta que esta
finalmente se vuelve dura, luego la
sustituyen por una masilla que sigues moldeándola
con una sola mano y haciendo que tus dedos se vayan ejercitando. Hoy en cambio, me prestaron un balón de goma mas firme así mi dedito se va adaptando
al nuevo grado de ″dificultad″.
Finalmente, recibo un masaje con una crema y Leslie va haciendo
movimientos circulares con mi dedo y el área resentida. Hoy me hizo un poco mas de fuerza, empujar,
resistir mientras empujaba mi dedo, etc.
Así se va desarrollando todo, y podría decir que aun con todo y
dolor, pasamos un buen momento.
♥
No hay comentarios:
Publicar un comentario