El sábado, cuando retornaba del lugar donde habíamos celebrado el cumpleaños de Darío, un amigo, me hizo el favor de traerme a casa y durante el camino, hablamos de pelota y de los jugadores.
Miguel, es Liceysta hasta morir, pero ya casi cuando nos teníamos que despedir, me dijo que uno de los peloteros que más admiraba de la pelota invernal era José Lima.
Obviamente, secundé de inmediato ese comentario, no solo porque se trataba de un jugador de mi equipo Las Aguilas Cibaeñas, sino porque realmente, “La Cacata” como cariñosamente le decíamos, era merecedor de todo respeto y admiración y me emocioné mucho mientras compartíamos nuestras opiniones similares.
Al día siguiente, el domingo, cuando me encontraba muy lejos de la capital recibí la llamada de Vicky para darme la triste noticia del fallecimiento de nuestro querido Lima. Mi primera impresión fue no creer lo que mi amiga me informaba y luego me trasladé mentalmente a la noche antes cuando Miguel se desbordaba mencionando las virtudes de ese hombre tan especial que jamás pensábamos que íbamos a perder tan a destiempo.
Los próximos días, mientras velaban el cadáver en NY y se completaba el proceso para traerlo devuelta a su tierra, me lamentaba con la realidad, pero me era todavía imposible de creer o aceptar la muerte de José Lima. No comenté nada en mi blog, solo me limité a leer otra entrada que en años anteriores había escrito referente a él.
Ayer sábado fueron traídos al país sus restos. Me levanté decidida a comprobar lo que mi corazón se negaba a creer y lo que mi razón no lograba entender. Me fui a mí adorado Santiago, como yo le llamo, por ser una ciudad donde he vivido momentos imborrables y por ser la cuna de mí equipo cibaeño.
Parecía un juego normal esa tarde, las gradas estaban llenas de fanáticos, mas tristemente el Estadio Cibao se convirtió de repente en una casa de luto y llanto. Justo en la “lomita”, allí donde Lima tanta veces demostró su talento y gracia. Sus gestos desafiantes y espontáneos que nadie como él podía lucir con más naturalidad.
En esa misma lomita exhibían su féretro con sus restos mortales. No había una sonrisa, solo se escucha el gemir del pesar, de la pena del dolor por la partida y todas aquellas condiciones que hoy nos han sido denegadas de disfrutar de ese ser humano tan especial, alegre, extrovertido, dinámico y luchador que nos acostumbró a mostrarnos. Ese mismo hombre ya no estaba allí!
Caras acongojadas desfilaban frente a él. Todo un pueblo desbordado despidiendo con el alma quebrada a su Cacata, su Mambo, su loco, su Lima’s Time! La larga fila de sus fans se extendía aun más con el pasar de las horas. Veintisiete Palomas fueron echadas a volar en el estadio haciendo honor a su número de uniforme y como desde el pasado domingo el alma de Lima voló hasta los brazos de nuestro Dios.
Cuantos amigos enlutados por su ausencia física, cuantas flores lo acompañan a su morada final, cuantas muestras de cariño para con su familia, su madre y su padre visiblemente desconsolados. Su fanaticada, los niños, los artistas todos cantaban con sentimientos encontrados sus merengues.
Nunca podremos ser capaces de entender las decisiones de nuestro Dios, pero sabemos que él es perfecto, dueño y señor de nuestras vidas. En cuyas manos nuestro andar es bien guardado, por tanto Lima no ha muerto, ha resucitado a la verdadera vida que nuestro padre de bondad ha prometido, donde no existe el dolor ni la tristeza, mucho menos la muerte.
Allí llegó él con su alegría, con su peculiaridad, con su encanto, como Ser irrepetible creado por Dios.
Recordaremos y llevaremos por siempre a nuestro inolvidable ídolo y ovacionaremos cada lanzamiento, cada mueca, cada estímulo de aliento y celebración que quedaron guardadas para la posteridad en las imágenes audiovisuales, pero sobretodo en nuestra mente y nuestro corazón.
Viva por siempre: The Lima’s Time!
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