
Me imagino que a ustedes les ha pasado lo que a mi,
cuando hacemos un viaje al exterior o algún hotel con todas las facilidades incluidas, en principio todo nos resulta maravilloso.
No parecemos cansarnos del ambiente y las buenas comodidades, cada lugar que visitamos nos deslumbra y comparamos con nuestro entorno cotidiano.
Si en cambio estamos hospedados en casa de un familiar y nos han dado la confianza de sentirnos como en nuestra propia casa, lo hacemos con cierta timidez, los que no somos tan confianzudos.
Luego que pasan unos días empezamos a extrañar hasta la almohada!
Por ello he nombrado este tema como: Nada como estar en casa!
En particular yo extraño hasta el control de mi TV, la autoridad que
tengo sobre él y la certeza de que en esas cuatro paredes puedo hacer todo
cuanto me plazca sin el temor de molestar a nadie.
Ahí es donde podemos hablar de todo sin que le afecte a nadie, levantarse
en paños menores sin dañar la visión a terceros. Comer pan con agua si es
necesario, pero sin pedir un centavo a nadie.
Amo mi pequeño refugio, el techo blanco, los ojos de la mujer del cuadro que tengo colgado en la sala, los cojines a medio terminar que yo misma comencé, la Biblia en el baño para sentarme a leer y llenarme de fuerzas.
Abrir y cerrar la nevera cuantas veces quiera. Reír y llorar en intimidad. Cerrar la entrada a quién no lo merezca y dejarla de par en par a los seres buenos que llenan nuestras vidas de felicidad.