
Hace unas semanas, visitando la zona noroeste del país llegamos hasta el Museo de las Hermanas Mirabal. No teníamos programada una parada allí, pero en vista de que nos acompañaba un amigo Argentino y no conocía el lugar, decidimos mostrárselo.
Una vez más yo quedé fascinada en la casa de "las muchachas". Cada detalle de sus cosas me transportaba en el tiempo y me creaba escenas de su vida cotidiana moviéndose entre aquellas paredes, tejiendo, bordando, estudiando, pintando, colocando las porcelanas que coleccionaban en su vitrina, etc. Sus trajes, sus camas, sus libros, toda su pertenencia tan emotivamente colocadas. Es difícil no sentirlas mientras recorres los pisos por donde ellas mismas andaron.
Al final de la visita guiada, nos encontramos con la maravillosa sorpresa de que Dedé, la cuarta mariposa, se encontraba afuera, mientras se balanceaba en una mecedora. De pronto, su sonrisa iluminaba nuestras caras y las de todo visitante local y extranjero.

Nos recibió como siempre la he mirado a través de los diferentes medios. Dulce, amable, paciente, sencilla. Su voz, aquella inconfundible voz que parece amenazarla con apagarse. Pues, no ha sido fácil la constancia y la dura tarea que la tiranía le heredó. Contar una y mil veces la trágica historia de sus hermanas, las tres mariposas que volaron a destiempo.
Gracias a Doña Dedé por el espacio que nos dedicó. En lo particular, por las fotos que pude hacerle y por permitirme archivar ese tan especial momento para atesorarlo en mi propia historia.
♥