17 marzo, 2013

Gracias a ti, Jorge


FUNGLODE

Premio Cuento
Juan Bosch
Agradecimientos a:
Ángela Güichardo. 



Dice mi padre que “la gratitud es la madre de todas las virtudes”. Yo, con menos primor en el modo de expresar las ideas, le agregaría que también es la hija legitima de Don Respeto y Doña humildad. Te hago mención de esto Ángela, sólo para poner en evidencia cuan importante es en mi familia cultivar el sabio arte de agradecer.  

Gracias amiga, por haberme dado a conocer este concurso de cuentos, siendo ese hecho el primer paso hacia esta agnición que tanto júbilo ha generado en mi. Te confieso que cuando me insistías en participar, según tú con muchas posibilidades de ganar, pensé que tus palabras provenían más de tu sentido de fraternidad que de tu sentido crítico. Aun sigo pensando que fue así, sólo que ahora lo veo también como una prueba más de que el poeta alemán (Johann Wolfgang Goethe) tenía razón cuando dijo: “el eterno femenino nos conduce hacia lo alto”.

Quiero agradecerte aquí, “Justo Aquí”, donde según consta en las fotografías el verbo se hizo flan y la gramática: amistad. Donde la conflagración sufrió su más deliciosa metamorfosis, convirtiéndose silaba a silaba en ambrosía de sobremesa. Donde el Cariño se escribe con mayúscula y se conjuga en gerundio. Donde tu ternura a puño y letra despliega su mejor caligrafía y la tilde es el halo del ángel que llevas en tu nombre y en tu esencia. Aquí, donde la semántica del crepúsculo precede a la sintaxis de una luna llena. Donde el punto y seguido de mi infantilismo husmea entre los puntos suspensivos de tu enigma, con una curiosidad sin punto y aparte, amparada en tu indulgencia sin punto final. Donde La lámpara esdrújula de tu alma ilumina (dócilmente sobresdrújula) las sombras graves o llanas de tu vida y se hace aguda tu ilusión.  Donde danza bajo el diptongo de la lluvia el hiato albedrío de tu espíritu. Aquí, donde la diéresis o crema, con dos de azúcar por favor, no son necesarias y nos basta  saber que la honestidad y el humor se escriben con la misma “h”, que los signos de admiración son recíprocos, que el contexto cambia el significado de las palabras, pero no la dulzura de una sonrisa. Aquí, donde los recuerdos son pluscuamperfectos, aunque la esperanza no esté en el futuro del indicativo… 

Cuando el pletórico entusiasmo aflora, naufraga la capacidad de síntesis y terminan  nuestras oraciones serpenteando en el archipiélago  rimbombante de un párrafo inverosímil. Es hora de anclar el navío de mi gratitud, en cuyo palo mayor ondea la bandera de un “hasta siempre”.  

Gracias por todo Ángela, 
gracias por tanto Güichardo. 



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