19 mayo, 2012

Disfrutando los detalles...


Hoy, mi día comenzó un poco fuera de lo común. Le dije a mi hijo Daniel que lo llevaría al trabajo porque estaba lloviendo y porque  la noche anterior él me lo había pedido de una manera  sutil como para que no me sintiera comprometida ya que él sabe cuanto me gusta  quedarme un poco más de tiempo en la cama si no tengo que ir a la oficina.

Nos fuimos tempranito, las calles lucían despejadas, pensé que un día como hoy sábado, antesala del día de votación, los ciudadanos estarían mas activos, pero la lluvia definitivamente hace que mucha gente se quede en casa.

 Los dominicanos tendrán este domingo 20 la oportunidad de elegir un nuevo presidente con el sufragio en las urnas. Yo me abstengo de ese derecho desde hace unos años atrás. Puede que esté asumiendo  una actitud errada, pero en verdad no me mortifica. La política que se practica en mi país no es algo de lo que me deba sentir orgullosa y mientras esas acciones me hagan pensar que no vale la pena, no voy a invertir mi tiempo en un centro de votación creyendo en promesas de campañas  y redentores fantasmas.

 Siguiendo el recorrido, la mañana era de unos de esos despertares que se prestan a desear pasarse en día entero en casa, acurrucada bajo las sábanas, desayunando con un chocolatito caliente, tostadas, etc.  Pero yo no, yo estaba rodando para dejar a Danny y quizás hasta quedarme un rato trabajando, pero finalmente decidí solo dejarlo y seguir mi camino.

Iba en dirección a casa, pero al pasar por una Panadería y Repostería y ver  que estaba abierta a esa hora tan temprana,  me dejé seducir por un rico Cappuchino que de vez en cuando me tomo allí,  y por qué no?, un antojito de un Croissant relleno de queso crema.

Me senté un momento y tras el cristal veía que la lluvia era cada vez más fuerte, en el lugar sólo estaban los empleados,  otro cliente y yo.  Era divertido estar allí, la sensación era divina, pero en cuanto pude salir de La Baguette, encendí mi carro y me fui.

Parada en la luz roja de un semáforo  de nuevo en dirección a casa,  volvió a llamar mi atención que las vías eran idóneas para un paseo por la ciudad y disfrutar un poco de ella bajo el torrencial aguacero y aprovechar las pocas veces que  veo  la capital tan desolada.  Así que, doblé a la derecha  y decidí bajar toda la avenida Abraham  Lincoln hasta llegar derechito al Malecón.

 Mientras iba conduciendo, me iba lamentando el no tener conmigo una de mis cámaras, pues el cielo estaba tan espectacularmente nublado que hubiese querido tomar unas cuantas fotos para acompañar esta entrada.

Al llegar al malecón finalmente,  noté como era de esperar,  que el mar estuviera  muy picado. Su  bella y acostumbrada  tonalidad azul  luchaba contra sus corrientes sucias por no contagiarse, pero la fuerte lluvia y el viento hacían alejarle la intención. 

De todos modos, a mi me parecía hermoso así, hasta quise estacionarme un momento para contemplarlo detenidamente, pero no hubo chance, pues algunos camiones de carga procedentes del puerto de Haina aprovechaban también la mañana para tomar carretera, por lo que la lluvia, el tráfico más activo de esta popular vía costera demandaba de mi parte un poco más de precaución.

Pasé los grandes hoteles, el Obelisco, la Plaza Juan Varón hasta subir a la Zona Colonial.  Me dirigí hacia la calle Padre Billini, luego Las Damas, después La Mercedes, crucé la Santomé y así hasta llegar a la 30 de Marzo y volver a tomar ruta para arribar definitivamente a mi hogar.

Mi hijo Erick aun dormía, yo había llegado satisfecha y renovada gracias al paseo, aunque algo ansiosa por hacer algunas fotos, pero este clima no es muy amigo de ni de las cámaras ni de los fotógrafos, por lo que unas fotos caseras nunca caen mal para poner en práctica la creatividad y el ingenio de componer.

Recordé que había comprado en Amazon algunos adornos para la casa y recientemente me habían enviado un email solicitando un feedback de las compras. Me pareció una excelente oportunidad para hacerle fotos a esos elementos e incluirlas en mi mensaje de satisfacción como una retribución al buen servicio del suplidor.

Las imágenes que ven a continuación son el resultado de esa composición que comenzó a rondar por mi mente una vez se encendió el bombillito de las ideas en el cerebro.
Foto: Angela Guichardo/Derechos Reservados
Foto: Angela Guichardo/Derechos Reservados
Mas tarde,  luego de comer un rico almuerzo, preparé un cafecito,  y cuyo aroma quise dejar plasmado a través de esta foto para compartirla  con ustedes.  Espero que les llegue y les sepa tan rico como a mí…   

Para concluir, solo deseo expresar y si es posible contagiar la felicidad que se siente al poder disfrutar de pequeñeces como las que hoy, Dios me permitió vivir.  

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