26 mayo, 2013

Ay madre, ay madre!...

No tuve el privilegio de conocer a mi madre por largo tiempo, pues muchos de ustedes ya saben que cuando recién cumplía los 16, ella se fue de este mundo. 

Creí haberla conocido, pero no fue así.  Ha sido durante estos 27 años sin ella que he sabido del ser maravilloso que fue y después del fatídico día de su despedida, no ha dejado de manifestarme su amor en todo trayecto de mi vida. No hay un día de mi existencia que no la recuerde y que no me haga falta. 

Soy un poco escéptica para muchas cosas, pero no para creer que existe algo sobrenatural en mi conexión con ella, aunque la vida no nos permitiera ser más cercanas en la convivencia porque mi madre fue mártir de su salud y eso provocó distanciamientos por frecuentes temporadas. De todos modos, es en su "ausencia" cuando más me ha demostrado su amor, su cuidado y su apego hacia a mi.

Yo no la veo, pero sé que ella está. Va a mi lado, esquivándome las piedras como un Angel que Dios me ha encomendado. Estoy segura que el día que volvamos a reencontrarnos, para ella no será nuevo verme y para mí seguirá siendo tan normal, sentirla.

Con todo eso, pasan los años y no me es ajena la tristeza en este día, ni cada 25 de marzo.

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