Que lección tan incentivadora es ver trabajar a las aves. Su labor intensa de luchar contra el día a día y las nuevas aventuras que les depara el clima.


La primera vez que vi el nido, aun no podía llamársele así, pues eran a penas una cuantas basuritas atrapadas en un rama.
En solo un par de días ya tiene forma de "hogar", luce resistente y calentito. Acogedor y propicio para recibir al resto de la familia, después de todo, solo por ellos se trabaja con tanto entusiamos.
Esta avecilla estuvo por horas enfocada en levantar su refugio, obvió la comida servida en mi terraza y por docenas de veces salió a buscar "paredes" para su casa.
Iba y volvía. Cargaba, depositaba y tejía. Horas después vino a comer, pero tan rápido que esa foto lamentablente no la pude hacer.
Estoy feliz con mi nuevo vecino. Estos son los bellos detalles que disfruto a plenitud.
Foto y video: Angela Guichardo
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