04 enero, 2015

Un café con la conciencia...

Nos sentamos en total complicidad, con pura autonomía y anonimato ante los demás. 

Nuestra conversación retumbaba cada latir de nuestro ser porque ella y yo,  aunque a veces no nos soportamos, nos aguantamos.

Casi siempre ella es la invencible, yo por lo general, termino arrastrando mis pasos hacia ella para entregarme plena, pero debe reconocer que le cuesta.

Me regañó por ser tan terca y volver a retomar el mismo capítulo. Le expliqué con intención de refugiarme en una excusa que ya es un karma para ella. Trató de entender, creo que hasta lo pensó y no sé si al final me dio la razón o no, pero igual seguí inquieta y ella optó por callar para que fuese yo quién decidiera.

Como un relámpago con lluvia tronó su verdad y yo le creí, sin dudas que le creí. Pero no sé hasta cuando, si hasta que se rompa el silencio o hasta que se consuma el llanto. 

Mejor ahora, insistió. Tarde es tarde para todos, y la herida agudiza con el tiempo. La soledad es más oscura cuando la ocupan dos corazones distantes.

 ¿Quién habló de más de uno? Pregunté.

Calló, asintió su error y se disculpó. En ese momento y sin vacilación por primera vez me dio la razón.  

El diálogo terminó con un gran eco sin sonido. Pidió la cuenta, pagó, y la camarera me dio las gracias cómo si fuese solo yo y no las dos, las que ocupamos su mesa. 
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1 comentario:

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Ese café nos hace mucha falta y hay que beberlo de vez en cuando para aligerar el equipaje.

Te deseo un nuevo año pleno de amor y prosperidad, y con cariño agradezco tu amistad.

Un abrazo.