18 enero, 2011

Volver al pasado...

Tenía a penas unos 3 o 4 años de edad cuando mi mamá junto con unos amigos nuestros de allá, en nuestro pueblito natal en Moca, me llevaron al Santo Cerro en La Vega. A una bellísima e imponente iglesia dedicada a la Virgen de Las Mercedes, patrona del pueblo dominicano.

Pasó mucho tiempo para que la imagen de aquella experiencia vivida regresara a mi memoria, parecía que mientras mas me alejaba de aquella edad, me era mas fácil recordarlo todo poco a poco.

Los recuerdos de mi visita a ese templo se hacían cada vez más frescos y persistentes a pesar de esto haber ocurrido algunos años atrás. Primero, trataba de descubrir cual era aquella iglesia donde vi aquellas bellísimas imágenes de angelitos en el cielo, lo cual me fascinó. Creo que desde antes de tener buen uso de razón ya admiraba este arte de la pintura. Me quedé con ese entorno fijamente grabado en mi cabeza. El cielo y aquellas caritas de lindos Querubines me parecían reales, y así tal cual, dibujé para siempre en mi mente el hogar de papa Dios.

No obstante, al salir del lugar, después de haber estado en éxtasis apreciando la bella virgen, su espléndido altar y aquellas columnas y arcos fuertes, mi corazón de repente sintió un puñado de escarcha negra que empañaba con tristeza la reciente imagen que sublimemente me cautivó. Muchos paralíticos, minusválidos, gente desposeída que rogaban con sus manos extendidas por una limosna a cada transeúnte, a los fieles y adoradores de la Virgen.

Estaban congregados alrededor del santuario implorando su atención y pidiendo una ofrenda para llevar a la boca un pedazo de pan. Era la primera vez que veía tal escena y que me enfrentaba contra la realidad de la vida. La triste y miseriosa fortuna que a otros les había tocado. En mi pequeño mundo de entonces no existía tal amargura de brazos y piernas amputadas, leprosos, enfermos, caras tan tristes arrastrando con tanta dificultad sus penas por el camino. Mi vida en el campo transcurría tranquila y alegre en una humilde casa donde la misericordia de Dios y el esfuerzo de mis padres nos permitían tener cubierta nuestras necesidades básicas, comida, ropa y sábanas limpias.

Fue una contradicción en mi memoria de la que nunca logré escapar y aunque recordaba ciertos detalles de aquel viaje, de breves conversaciones de mi madre y nuestros amigos, me era imborrable la fotografía que mi mente había registrado para siempre de aquellos angelitos que flotaban en el azul cielo, pero mucho menos olvidaba a esas personas que aguardaban fuera, en su mayoría de tez oscuras con pañuelos y vestimentas tan blancas que resplandecieron en mis recuerdos por siempre.

Hace poco, al visitar nuevamente aquel impresionante escenario, el asomo de aquellos lejanos recuerdos no se hicieron esperar. Ya hoy es otro tiempo, y la Virgen sigue tan linda como antes, flores y luces de velones por doquier. Los mismos ángeles pintados en la cúpula del altar, volando en un cielo celestial. Hoy, aunque me resisto a adorar santos e idolatrar imágenes, la fascinación de volver aquel lugar, fue como re encontrarme con un pasado que nunca pasó, que jamás quedó atrás.

Recorrí cada paso tratando de sentir lo mismo que cuando niña sentí, en un lugar donde también estuvo mi madre conmigo. Volví esta vez tan diferente, cuantas cosas en mí han cambiado desde aquel entonces!

En la entrada no había tanta miseria como antes, unos cuantos tal vez por no ser un día muy concurrido aunque era domingo. Niños ansiosos de algunos centavos, los vendedores ofrecían sus frescos hojaldres y otros en vitrinas y colgaderos sus crucifijos y medallitas de la santa patrona. Definitivamente, ese fue un día que tendré presente como un breve regreso al pasado que nunca me ha abandonado, ni quiero olvidar.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me han impresionado estos circulos del tiempo en la vida, donde uno puede unir el presente con el pasado y aquilatar en su justa medida lo transcurrido en el interin. Es verdderamente cuando descubrimos la esencia del realismo magico. Me encanto tu relato, y participe contigo de tu realidad magica. Gracias por compartirlo. MOM.