12 noviembre, 2012

Quisqueya despierta...


Cuando iba caminando por la calle El Conde hacía el Altar de la Patria, observaba la gente que se paseaba por los diferentes negocios que congrega esta gran zona comercial, y me extrañaba que estando tan cerca del lugar donde se efectuaría una congregación tan importante como la que se había convocado para ese día, estas personas lucieran tan despreocupadas y ajenas al acontecimiento. 

Me preguntaba, si era posible que no estuvieran enterados o lo que era peor aun, que si lo supieran y que a pesar de eso no les importara. 

Sentí un poco de miedo o decepción mientras avanzaba, en cada metro caminado la estampa era la misma, a excepción de unas tres o cuatro personas que iban con un poco más de urgencia, seguras hacía donde se dirigían y además vestían camisetas negras, pero después de ahí, no veía ninguna reacción que me hiciera pensar que realmente el pueblo estaba decidido a dar la cara, a despertar y decir; basta! Pues si esta congregación era cosa de unos cuantos, definitivamente no tendría sentido la lucha.

Casi llegando al punto de encuentro, el ambiente comenzaba a cambiar y me encontré con una docena de policías que miraban atentos y apartados de la gente, prestos a actuar si era necesario. Decidí hacer una breve parada para sacar mi cámara y tomar una foto de esa escena.

Mientras eso pasaba, yo pensaba en que ellos son muchas veces culpables de los atropellos que se comenten contra el pueblo, pero también sé, que son innegablemente parte de los afectados y el uniforme no sólo les viste el cuerpo de gris, sino también sus propias vidas. La miseria les corrompe, el hambre y la calle los convierte en monstruos... Sin ánimos de generalizar, pues en todos lados hay gente valiosa y honesta.

No fui de las primera en llegar, ya había un número considerable de personas al rededor de las 2:10PM, pero tuve un lugar privilegiado donde se desarrollaría la agenda de la actividad y ahí me encontré con amigos a los que pude abrazar y a otros que a penas pudimos hacernos un gesto desde lejitos por lo difícil que se hacía acercarnos.

Los ánimos tomaban brío, los líderes entonaban sus cantos de protesta, tan espontáneos como ciertos. Al ver la juventud que fue llegando, olvidé el temor que me asaltó durante el trayecto y entonces, al ser testigo de la suma de más y más gente comencé a sentirme orgullosa de estar ahí.

Volvían a escucharse las consignas, eran intensas y directas, acordes con los fuertes golpes de los redoblantes. La sangre caribeña corría con fervor, nuestros puños se levantaban al compás de los pies que marcaban el ritmo del resto del cuerpo.

Detuvieron la música, y alguien solicitó la atención de los presentes para dar inicio formal a la convocatoria a protesta. Se le pidió a todo el que quisiera desahogarse que se anotara en una lista para hacerlo de forma ordenada. Así lo hicieron, y por orden de llegada comenzaron a tomar la palabra los primeros indignados, la gente del pueblo.

Cada uno según su estilo fue manifestando su inconformidad con el sistema, con la burla y la estafa de la cual hemos sido víctimas por años, sin que sus responsables paguen una sentencia por ello
porque al parecer, el banquillo de los acusados no contempla los expedientes de rateros de muchos ceros.

Conforme desfilaban los que se dirigían a la multitud con sus sabios discursos de palabras llanas, sus entonaciones altas eran celebradas y aplaudidas por los que entienden, viven y sufren la carga
económica, las violaciones y los mediocres y costosos servicios a los que nos han acostumbrado. 

Dolientes de un país que ven alejarse del camino del sol y cada día hundirse en un abismo negro. Gente comprometida a ponerle freno a toda esta desgracia.

Escuché alzarse la voz de una generación que creí ajena y sin valores con sabor a patria, recitaron poemas dulces para los oídos del pueblo, pero agrios para los desfalcadores e intrusos.

El canto popular se izó como una gran bandera, y continuaban los nobles dominicanos reclamando el castigo para quienes provocaron este déficit y que sin piedad derrocharon las arcas.

Despilfarro vanidoso que compró sus lujos a cuenta del hambre y la miseria de un pueblo, de hospitales podridos y aulas mugrientas.

Sentí satisfacción al presenciar una familia de actores que pidió el escenario para representar su sentir con un breve, pero emotivo libreto, tan real  como la inocencias de sus tres niñas.   Ellas representaban la Constitución y reclamaban con llantos y desesperación que no fuera una vez más ultrajada, tirada, abusada, usada. Soy tuya! Cuídame!...

Sus ojos llorosos nos transmitieron su angustia y poco a poco, lágrima con lágrima, terminamos siendo todos una sola Carta Magna.

Es difícil describir con palabras la emoción del ver el despertar y el renacer Quisqueyano, unidos a en una sola voz, dejando a un lado el individualismo y siendo sólo uno.  

Ruego que se mantenga viva la llama patriótica, y sirva como advertencia contundente que escarmiente a los traidores. Ya no le temo al silencio, ni a las fuerzas que aparentan dormidas, sé que duermen hasta cuando quieren.


Yo solo pido que en el corazón de cada ciudadano de esta hermosa patria, arda la llama para defenderse del enemigo saqueador. Que retumbe las veces que sea necesario el trabacazo de Mella; justo ahí, en el mismo lugar donde se consagró nuestra independencia


Fuera políticos corruptos! Ustedes no caben en una patria tan digna como esta!

Más fotos:






No hay comentarios: