04 septiembre, 2012

Con luz verde para vender de todo

Las intersecciones de las principales avenidas de Santo Domingo se convierten cada día en un dinámico mercado donde se ofertan diversos productos y servicios.

Santo Domingo.- Los semáforos además de regularizar el tráfico de vehículos y peatones que transitan en las diferentes intersecciones viales de la capital,  se convierten en el cronómetro que marca el tiempo para que los vendedores que en ellas circundan, realicen la gestión de venta de un sinnúmero de artículos y servicios que ofrecen a conductores y transeúntes.

Periódicos, frutas, flores, agua embotellada, accesorios para celulares, tarjetas de recarga, gafas de sol, alcancías,  repuestos de parabrisas, entre otros; son algunos de los productos que decenas de hombres, mujeres y niños ofertan a sus clientes en un lapso de tres minutos aproximadamente,  durante el cambio de luz.

Algunos vendedores mas osados ponen en riesgo sus vidas al tratar de correr en medio de las vías para alcanzar los vehículos con los que no han concluido sus ventas, siendo esto un verdadero peligro tanto para ellos como para los choferes por los accidentes fatales que podrían ocasionar e involucrar a otras víctimas.

Estas personas de nacionalidades dominicanas y haitianas, desafían las inclemencias del tiempo y el caos de las horas pico para ingeniárselas y acceder entre los estrechos pasillos que van dejando los conductores en las horas de mayor tráfico, seduciendo con sus ofertas a los compradores.

No reaccionan:
El aumento del comercio informal en ocasiones parece burlar las regulaciones de la Alcaldía del Distrito, organismo y autoridad competente que desde el año 2010, controla los artículos que se ofrecen; así  como el número de revendedores que se encuentran en los semáforos.

En cuanto a las ventas, estas no sólo se limitan al expendio de productos comestibles o simples accesorios, sino que también violan las leyes de medioambiente y de la sociedad protectora de animales, al ofrecer a los clientes perros, peces en fundas y aves en jaulas, algunas que incluso se encuentran en peligro de extinción.

El caso más reciente lo es también la depredación de los árboles de la llamada Flor de Libertad o Moringa, cuyas hojas han tomado auge entre los dominicanos por el resultado de un estudio científico que revela su alto contenido medicinal y que ahora se ha añadido al catálogo de productos de estos vendedores.

Otro caso que podemos citar es el inadvertido corte de Bambúes  para la fabricación de alcancías. Al parecer las novedosas y resistentes “cajas fuerte de los pobres” han tenido buena acogida en el nicho de mercado de ahorrantes que ignoran el alto precio que paga la madre naturaleza por la tala indiscriminada de árboles, y en especial del Bambú que además de proteger del viento los campos de cultivos, ayudan a evitar la desertización pues, sus raíces no permiten que las lluvias se lleven la tierra.

Problema social:
Los comerciantes de estas vías públicas, son en su mayoría padres de familias, pertenecientes a una clase social pobre y salen cada día salen con la esperanza de encontrar el sustento de sus hijos en esos improvisados puestos de trabajo.

La falta de educación académica y el bajo nivel de preparación sumado a la alta tasa de desempleo, no les han permitido a estas personas insertarse a un mundo laboral mas formal, menos riesgoso y mejor remunerado donde puedan contar con seguro médico y una calidad de vida más digna.

Hay de todo:
El comercio en los semáforos no solo reúne gente laboriosa y bien intencionada; es también un escenario que muchos aprovechan para pedir limosnas fingiendo una discapacidad; así como también jóvenes que inesperadamente lanzan contra el cristal de los vehículos una esponja empapada de agua y llegan a reaccionar de forma violenta, agrediendo u ocasionando daños a la carrocería si el conductor no acepta sus servicios.

La Dirección General de Migración ha denunciado en ocasiones anteriores que se han detectado bandas que se dedican a distribuir a indocumentados en las principales calles de la capital para pedir dinero a los conductores y luego arrebatarles el monto que obtienen de sus acciones pedigüeñas.

Ingenio:
Con el tiempo se van incorporando nuevas  atracciones al universo de opciones que los vendedores exponen delante de los cristales de los carros.

Desde un pollito que ponen a saltar en su bonete, a un evangélico que nos grita “Arrepiéntete!”, y desde un perro Dálmata con manchas hechas a puros brochazos hasta una muñeca hawaiana que baila en el tablero.

Sin dudas que el ingenio de la gente del pueblo es una cantera inagotable de creatividad que no deja de sorprendernos día tras día.


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