Mientras leía un correo de mi amiga Zuleica, me reí mucho porque decía que ayer no era su mejor día por una serie de acontecimientos que le habían sucedido.
Unos de esos sucesos era que mientras estaba en la oficina se le había roto uno de sus zapatos y en seguida me vino a la mente una situación similar por la que atravesé cuando era una jovencita.
Estudiaba en la Escuela Fidel de Ferrer del Ensanche la Fe, quedaba lejos de mi casa porque para los años 77-79 no ha se contaba con muchos recintos escolares y se hacía necesario trasladarse a otros sectores para tener acceso a los estudios, hoy gracias a Dios ya no es así.
En una ocasión como todas las tarde en que iba acompañada con mi hermano menor Julio Armando, nos dirigíamos a nuestras acostumbradas clases con el sol acuesta, sudando y cansados de tanto caminar.
Cuando nos faltaban varias cuadras para llegar al plantel escuché un ruido que venía de mis zapatos y al echar la siguiente zancada sentí que una parte de mi pie había llegado primero justo al pavimento y algo quedaba doblado debajo de mi talón, al mirar noté que la suela había quedado colgando de la punta de calzado, éste para mi mala suerte se había desprendido!
Me detuve a observar y en breve emprendí el camino nuevamente. Tiraba un paso y al levantarlo para echarlo a andar lo encorvaba para que la suela se pegara en el arco de pies y así poder continuar hasta llegar por fin a mi destino.
No me valió de nada la técnica, de inmediato supe que aquel no sería un grandioso día…
Era mejor llegar a la escuela que devolverme a mi casa. Cuando entré al salón mi Maestra se dio cuenta de mi desventura e hizo la inevitable pregunta… Qué te pasó, Angelita?...
Al mostrarle mi tragedia, noté como trataba de ocultar la risa que afloraba en sus labios y prefirió dar media vuelta y no opinar al respeto…
No pude concentrarme en las clases, toda mi atención estaba fija en mi problema, pensaba en el recreo, mis crueles amigos y el trayecto del camino para regresar a casa. Cómo iba a aguantar llegar con esa incomodidad?
De repente se me prendió el bombillo y me pareció buena idea conseguir un laso para amarrar la suela con todo y mi pie. Era un buen remedio de momento, nada ético, pero al menos me permitiría caminar un poco mejor.
Me até la tira lo más fuerte que pude y aunque me ayudaba un poco lo malo era que llamaba tanto la atención y en vez que de que me vieran a la cara, todos miraban el lasito rojo cruzado en mi pie
4 comentarios:
Muy triste... jajajaja las vainas que nos pasan..
Rercuerdas los Hush popies negros escolares?
A esos les deba hambre en la punta... mil veces me toco ir al cole asi. Hasta me volví experto en pegarle acero plastico...
jajajaja
Chulo me paso a mi con unos zapatos de hule, recuerdo que estaba en 1ro de bachiller si mal no recuerdo, yo estaba en la escuela por la mañana asi que al salir a las 12:30 el sol esta en su buena, eso me puso los pies como si fuera un sarten listo para freir un par de huevos, ese dia fue terrible, jeje.
jajaja que astuta fuiste mana , yo solo rogaba llegar a mi casa con la zuela jajajja .
recordar es vivir jajaja
Zule
Las cosas que uno pasa cuando muchacho no nada facil.
Publicar un comentario