18 enero, 2010

Haití y sus manos amigas...

Últimamente siento que me he quedado silenciada y no es para menos. La tragedia que sufre nuestro país vecino es sin lugar a dudas nuestra tragedia también. Es por ello que nosotros los dominicanos hemos tenido un extraordinario gesto de solidaridad hacia los haitianos, respondiendo a lo que finalmente somos: una sola isla.

El martes 12 cuando sentí los movimientos del temblor, me quedé un poco mareada por las ondas emitidas por el mismo. Llegué a creer que estaba enferma porque contrario a otros sismos no vi ni escuché estremecerse nada en mi entorno sino mas bien, era un balanceo que me hacía sentir inestable en la silla donde me encontraba sentada esa tarde.

Las informaciones y comentarios no se hicieron esperar a través de las redes sociales Facebook y Twitter donde estaba conectada. Fue por estos medios que me enteré que se trataba de un movimiento de las placas tectónicas lo que había causado mi mareo.

Sí me preocupé bastante al ver con la rapidez que los noticiarios se hicieron eco, pues debía ser algo demasiado alarmante como para que CNN interrumpiera su programación para informar que en Haití y República Dominicana había temblado la tierra y unos minutos mas tarde alertaran hasta de un posible Tsunami.

Cuando se dio a conocer la magnitud del sismo y lo catalogaron como un Terremoto, me pregunté si era un exageración del noticiario porque jamás imaginé que en esos segundos que yo me mecía suavemente, miles de personas no lejanos a mí estaban muriendo y sufrirían en lo adelante los embates de una horrible catástrofe.

Las primeras imágenes transmitidas a través del mismo medio, eran escasas y llegaban a cuenta gotas porque no había comunicación con la media isla. Esas imágenes no reflejaban en lo absoluto la realidad de la desgracia que sorprendió a nuestros hermanos. A medida que avanzaban las horas y algunos testimonios fidedignos y muy alarmantes daban cuenta del difícil momento que vivían en Haití, entonces empecé a creer y a descartar mis dudas.

Aun con todas las fotografías y videos que se han expuesto en diferentes medios de comunicación, lo que se vive en Haití actualmente es penosamente indescriptible. Su dolor nos arrebata el sentido, el aliento, el ánimo, la reflexión y nos hace invocar una vez más al Todopoderoso para pedir misericordia por ellos y por nosotros que estuvimos tan cerca.

Nuestra reacción como pueblo hermano no se hizo esperar y la primera mano amiga que recibieron los haitianos fue la de los dominicanos, lo cual en lo particular me hace sentir muy orgullosa. Otras naciones se han sumado por entero a la causa.

Desde la nefasta tragedia del pasado martes, nuestro país no ha desmayado en ofrecer toda la ayuda necesaria para tratar de reestablecer la cotidianidad de ese pueblo. Más, nos he imposible pedir tanto en tan poco tiempo, pues aun falta por llorar muchos muertos, acongojarnos por los miles de vivos que bajo los escombros han perdido o perdieron la esperanza de volver a ver el sol, admirar con valentía aquellos sobrevivientes que tratarán de levantarse ahora con sus cuerpos mutilados y su corazón destrozado.

Aplaudo la colaboración de los diferentes países del mundo para con Haití. Hay muchos de esos que por mucho tiempo le dieron la espalda más hoy, han bajado el hombro para mirar su hambruna, su desdicha, su empobrecida gente. Como si antes del temblor, su imperiosa miseria no era digna de provocar unidad entre los más afortunados pueblos y recibir de ellos la misma tempestad de solidaridad y humanidad que en el presente exhiben.

Quiera Dios que a esos que no volvieron su mirada sino hasta ahora para atender el grito haitiano, se les prolongue la ansiedad de protagonismo que aun en tiempo de desgracia aprovecha para transmitir al mundo información selectiva y manipulada por sus propios medios con el único fin de hacer resaltar el esfuerzo de un pequeño grupo y no de todos los que mano a mano reconstruyen con optimismo y el corazón quebrantado a Haití.

A nuestros detractores que pretenden minimizar el trabajo colectivo y voluntario de mi gente y han llegado a la bajeza de hacer campañas de descrédito tratando de desvirtuar el apoyo que siempre ha brindado el pueblo dominicano a nuestros vecinos, solo les digo que le regalamos la gloria si en cambio por su presencia hoy en Haití, el pueblo puede por fin vivir dignamente y les provean un estado tan fuerte que erradique su miseria, les de una merecida esperanza y les permita la oportunidad de que su gente vuelva a sonreír.

Ojalá que de ahora en adelante todos quieran compartir una ración del pastel para que la suerte de Haití no quede olvidada entre el polvo y enterrada en los escombros, el mismo que hoy ha sepultado a miles de sus hombres, mujeres y niños.

No habrá de asombrarme que estas víctimas que corrieron con tan injusta suerte se conviertan en los futuros héroes del resurgimiento de esa nación, y que por infortunio tanto la historia como los que les sobreviven habrán de recordarlos con el olor a muerte, sus desesperados gritos de horror y el polvoriento llanto de un día fatídico.

Mis sinceras condolencias al pueblo haitiano y los mayores deseos de que vuelvan a resurgir con prontitud.



2 comentarios:

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Hola, Angie:

Dios quiera que superen pronto tan terribles dificultades, lo cual, será posible gracias a la solidaridad mundial y el apoyo de los países vecinos.

Abrazos.

Robinson Castro dijo...

www.atmosferadigital.blogspot.com

solicito añadirme como blog amigo por reciprocidad.....Robinson Castro