
No recuerdo como nos conocimos exactamente, pero lo que sí sé es que entre nosotros había una atracción fascinante que no dejaba a espacio a dudas de que Chayanne inmediatamente me vio, quedó impactado conmigo…
Aunque pasábamos la mayor parte del día junto, nuestros encuentros eran mas frecuentes a la hora de irme a dormir porque me costaba mucho conciliar el sueño. Sus amigos Tony y los otros integrantes del grupo Los Chicos de Puerto Rico me adoraban. Hablábamos de sus giras y sus éxitos y cuando tenían que marcharse a otro país por una que otra presentación, las despedidas eran un mar de lágrimas.

Todo esto parece un cuadro de locura, verdad? Puede que sí, pero ya luego nos damos cuenta que estas experiencias son comunes en los niños y hasta ciertos límites no son peligrosas. Mientras, tenemos la oportunidad de elegir a quien queremos como amigos, con quien compartimos nuestros secretos y estos en ciertas formas nos ayudan a desahogar las emociones y el estrés de la infancia.
Esta época de fantasía y magia bañada de inocencia la recuerdo con una inmensa sonrisa en mi rostro medio de burla a mi misma por mi ilimitada capacidad de imaginar y por las sutiles travesuras que junto con mi amigo imaginario fui cómplice.

Celebro cada triunfo de este joven que ha marcado una gran diferencia entre otros que dicen llamarse artistas quienes se valen de escándalos de todo tipo para mantenerse en el tapete. Chayanne por el contrario ha logrado mantener una carrera destacadísima y una vida ejemplar para sus fans y sus homólogos. Sigue así amigo!
2 comentarios:
Primero, gracias por tu visita a mi "Castilleja de la Cuesta"; allí te explico el fundamento de mi relato.
..........
Esta entrada tuya sobre las fantasías infantiles me han recordado a Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura, que contaba que de niño para que se durmiera le decían —su madre, su abuela— que había un amiguito suyo (Fernandito) que iba a venir a verlo, pero antes tenía que dormirse. Y Juan Ramón se dormía deseando conocer a Fernandito, todas las noches con la misma ilusión.
Era su abuela especialmente la que lo engatusaba con el imaginario personaje, susurrándole a modo de canción de cuna que ya iba a venir el misterioso niño, y por la mañana el futuro literato se despertaba, mirando bajo la cama y en la lámpara del techo a ver si encontraba todavía a Fernandito, y cuando preguntaba por él, todavía medio adormilado, le contestaban:
—¡¡Acaba de irse, ahora mismo ha salido por la puerta!!
¿Te gusta la historia? A mí me encanta.
.............
He leído en tu blog otras entradas, y la del aeropuerto hacia Canadá me ha dejado impresionado.
Hasta pronto, un abrazo.
Clarísimo, Angie....
Este no era solo un amigo imaginario, fue un bonito ¡Amor platonico..!
Un abrazo.
Publicar un comentario