Uno de los episodios mas bonitos de mi infancia es cuando fui Paje en la boda de una pareja que a través de los años ha permanecido unida hasta el Sol de hoy y es casi seguro de que lo será para toda la vida, (Dios mediante).
Todavía vivía en Moca por supuesto, y guardo el recuerdo casi intacto del día que mi Mamá me llevó al pueblo a elegir el vestidito, el velo y los zapatos. Nos mostraron varios trajecitos, hasta uno color Rojo Vino por las rodillas y en tela de Pana que cuando lo vi comencé a rezar por dentro para que a mi madre no se le fuera a ocurrir seleccionar ese.
Gracias a Dios, aun para ese tiempo las bodas eran muy tradicionales y ella optó por un traje blanco y largo, yo me puse feliz, pues parecía una novia!
Llegó el día del matrimonio y fue en la iglesia donde me advirtieron que: “¡Cuidado si me hacía Pipí!” y me dieron un curso-taller-intensivo de mis obligaciones como Paje y en qué momento debía entregar al Sacerdote los anillos que reposaban bellos y plácidamente en una almohadita con forma de corazón de seda muy blanca con encajes y que llevaba en mis manos.
Esa noche fue la primera vez que conocí al noviecito que me acompañó, se llamaba Luisito y nunca entendí porqué no pudo ser Carlos Manuel (su primito) con quien me llevaba muy bien y era también sobrino del novio.
Durante la ceremonia me mantuve muy tensa y nerviosa, ligada a mi timidez de aquel entonces. Ya en la recepción, la cual se celebraba en casa de los padres de la novia, un hombre con un aparato encima y un bombillo hacía que los recién casados, las damas, los chambelanes y los invitados se quedaran inmovilizados y sonrientes por unos minutos.
Yo desconocía por completo el oficio del señor, hasta que llegó el momento para “retratar” al Paje (No tenía idea de que se trataba de una foto). El hombre un poco brusco me ordenó ponerme derechita y levantó con su mano derecha mi barbilla mientras que con la izquierda sostenía la cosa negra esa y el bombillo.
Me dijo con voz casi amenazante: “No te muevas”… “Ni pestañees”… y después de unos segundos…. FLASH! …En ese momento y por el fuerte resplandor de la luz me quedé ciega, cerré y luego abrí los ojos como dos HUEVOS FRITOS!...Justo cuando el hombre tomó la foto.
Se quejó al no quedar conforme con lo que vio a través de su lente y volvió a intentar, pero con peor resultado, pues yo ya había entrado en pánico ante la cosa esa. (Que pequeña salvaje!)
Pasado los días, le entregaron las fotos a mi madre y naturalmente no le gustó el resultado. Hizo un breve y silencioso comentario mientras ponía de vuelta las fotos dentro del sobre donde se las habían entregado y las “guardó” (mas bien las escondió) detrás de un cuadro de la Santa Cena que colgaba de una de las vigas de la pared de madera de nuestra humilde casa.
Nunca más volví a ver el sobre con las fotos y no recuerdo que mi mamá se las mostrara a alguien. Siempre he tenido la curiosidad por saber… Como habré quedado?
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