El arte de Daniel...

Quisiera decir que el talento lo heredó de mí, pero creo que ni en mis mejores tiempos cuando el dibujo y la pintura me coqueteaban me salían los trazos tan buenos como los de Daniel, mi hijo mayor.
Desde pequeña me incliné hacía las artes y aunque no tuve la oportunidad de asistir a ninguna escuela especializada, seguí fomentado tímidamente mi espíritu artístico diseñando trajes y dibujando bodegones. Recuerdo que mi musa prefería las madrugadas para hacerme levantar con lapiz en mano hasta oír cantar el gallo.

Ver a mi niño perder la noción del tiempo cuando dibuja me hace pensar que en su ADN se le coló algo de esto poco o mucho que siento por las artes. Es cierto que se pierde la destreza a falta de práctica, pero lo que nunca he de perder es la atracción y la pasión de apreciar como un ser humano puede con sus manos hacer un espejismo de la naturaleza, transmitir un deseo, un mensaje y bajarnos el arco iris con su pincel.

Estos son apenas ensayos en una vieja mascota, inspirados por una caricatura moderna llamada Naruto, si ustedes preguntaran cual de todos es, quedaría muy mal parada y posiblemente no muy agraciada entre algunos de los seguidores de este personaje creado por los japoneses.


Me emociona el don que su mano izquierda desplaza, admiro su habilidad de plasmar plácidamente su objetivo, aquella misma con la que lanza a Mil una pelota, en cuyo brazo, cuerpo, mente y espíritu con disciplina perfecciona a fin de un día convertirse si así Dios lo permite, en un gran prospecto del béisbol y en un ser humano de grandes ligas!