10 marzo, 2009

Siendo mejores...

Soy la hija número 5 de una familia de 6. Dos mujeres y cuatro hombres. Mi hermana mayor llevaba unos añitos de nacida cuando vine a este mundo y era quien se encargaba de mi cuidado para ayudar a mi madre.

Mi madre se crió en un ambiente bastante estricto, con muchos tabúes de la época. Por ello esos factores influyeron y tuvieron gran incidencia en su manera de educarnos. Para poner un ejemplo, su advertencia favorita era: “No hagas esto o no digas eso porque es malo”. Los padres no se sentían en la obligación de ofrecer una respuesta o explicación mas coherente o mejor fundada, quizás porque subestimaban nuestro razonamiento.

Esa era solo una de las tantas vertientes del sistema en el cual crecí y estoy segura que muchos de ustedes también. Tanto esas como otras cosas; obviamente, marcaron mi carácter, mi manera de ser y la de expresarme, hasta el punto de que siempre fui una niña muy reservada, extremadamente tímida, muy medida y con cierto síndrome de “adultez precoz” (no madura), lo cual era muy pesado para mi edad. Puedo decir que en muchos momentos en que pude opinar, preferí no hacerlo o estar de acuerdo en todo para evitar conflictos (síntoma de baja auto estima o desconfianza).

La crianza de antaño si bien formó hombres y mujeres valerosos, respetuosos con actitud cívica por ende buenos ciudadanos, hoy mas que nunca la sociedad actual viendo el deterioro que nos arropa, agradecemos y reconocemos el esfuerzo de nuestros progenitores dentro de la precariedad y la ignorancia de aquel entonces.

Pero también en consecuencia de su (no intencionada) rudeza, desafortunadamente nos convirtieron en seres reprimidos, con baja auto estima y falta de confianza en si mismos (en algunos casos), producto a las innecesarias restricciones y la poca motivación a que los hijos participaran en las dinámicas familiares y creo que se empeñaron mucho en limitar el desenvolvernos espontáneamente en el estrecho espacio que nuestros padres conocían de la vida.

Me pareció una educación con estrictez en demasía, estresante y envolvente para mi como niña y aunque después de la muerte de mi madre he extrañado y he necesitado el timón que ella significaba para llevarme a puerto seguro, me he dado cuenta que si bien es cierto aprendí a ser moderada, honrada y a respetar a los demás, también su gran amor y la sobre protección no me prepararon para su sorpresiva partida de este mundo y en consecuencia no me enseño a volar sola, a defenderme, a tener la confianza en decidir, y a discernir lo que realmente era bueno o era malo.

Tuve que aprender a vivir la realidad de la vida cuando empecé a caerme sola, a puro golpes y tropiezos. A crear en cada situación difícil una coraza que me protegiera del dolor porque parecía que ya la vida se trataba solo de eso. Intenté levantarme y seguir buscando ver el día de mañana distinto y mejor al de ayer.

Hoy, después de tener mis propios hijos y sin pretender haber descubierto el agua tibia, estoy mas que convencida en tratar de tomar solo lo mejor de la crianza de mis padres y lo que con amor y esfuerzo bien me dieron, aunque a veces me salgan los pleitos de mi madre y la inseguridad de mi padre.

Quiero enseñarlos y educarlos independientes, seguros de si mismos, tan seguros que les permita sobrevivir a la coctelera de gentes y a las inclemencias de este mundo. Que aprendan a disfrutar de la belleza de éste, con conciencia, responsabilidad, moderación, honestidad y siendo hombres, padres, hijos, hermanos, amigos, profesionales y ciudadanos de bien y ejemplo para los demás. Ojala que ellos lo acepten, sin necesidad de que se sientan obligados.

Gracias a mi padre y a mi madre por su empeño bien intencionado, si erraron, no fue su culpa, pero esto me ha permitido tratar enmendar sus fallas y tener una mejor oportunidad para relacionarme mucho mejor con mis niños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que precioso post. Precioso. Intimo. Maravilloso.
Me hicieron recordar mi niñez, me has hecho pensar también en el futuro.
Lo mas importante es que has logrado un objetivo, ver a tu hijos llenos de estima propia y estima por los otros, siendo mejores ciudadanos.
Si alcanzas esa metas en los tuyos, habrás regalado al mundo joyas preciosas de seres humanos.

Angela Guichardo dijo...

Gracias Fero!

Todavía tengo mucho trabajo por hacer, pero ahí vamos.

Un abrazo!