11 noviembre, 2009

Como Guanábana madura...

En plena efervescencia de mi niñez, contaba yo con unos siete u ocho años cuando de vez en cuando me inquietaba impartir clases a algunos amiguitos de mi vecindario.

No recuerdo con exactitud por cuanto tiempo lo hice ni mucho menos de donde rayos me salió tal inspiración porque nunca he tenido la habilidad ni la honrosa vocación de transmitir conocimientos a otros.

Lo que si me ha sido difícil de olvidar es la última vez que reuní un grupitos de mis pupilos en el cuarto de lavado contiguo al patio del apartamento. El pequeño espacio estaba bordeado de unas sillitas con asientos de guano y sobre ellas sentados esos inocentes con caritas de ocupados.

Me propuse llenar hasta abajo la pizarra para así tener mas tiempo y entretenerme en mis muchachadas. Hacía rato que quería ir al baño, pero decidí ignorar cada aviso que daba mi inquieto estómago por estar priorizando mis infantiles inventos.

Aproveché lo concentrados que estaban lo chicos en sus labores e hice un pequeño espacio en el centro de la puerta de hierro para colocar una cubeta, subirme a ella y pararme en puntillas para alcanzar la puerta de e de ésta hasta sujetarme con mis pequeñas manos.

Lograda mi hazaña, comencé a balancearme como si estuviera en un columpio…”fuín fuán! fuín fuán” Cada vez con mayor intensidad mientras los pupilos dejaban a un lado sus tareas para observarme…

Seguía yo jamaqueándome de “aquí para allá” cuando de repente sentí un ligero mareo y en el momento que mi cuerpo se balanceaba casi de manera horizontal, me desprendí del hierro y caí de espalda contra el pavimento del patio acompañada de un sonido muy parecido al que hace una Guanábana cuando cae de la mata…Pló!Quedé privada en el suelo! Con los ojos tan abiertos como dos medio pesos, sudorosa y conteniendo el inevitable regalito que mi barriga desde hacía rato me estaba advirtiendo. No me movía mientras estaba adherida al cemento, pálida y adolorida solo miraba para el cielo…

Los carajitos empezaron a hacer bulla y a llamar a mi mamá para que me recogiera…

Llegó ella desorientada porque el golpe que pude darme pudo haber sido mortal y entre su preocupación y urgencia por saber si estaba bien no dejó de regañarme en sílabas…

Todos los vecinos sacaron sus cabezas por las ventanas, otros se apersonaron para ver el bochinche y cuando mi madre se disponía a llevarme con prisa al médico tuve que confesarle mi otra tragedia…

Todavía me acuerdo el pleito que volvió a echarme y como luego me agarró casi con las puntitas de sus dedos, me "jondeó" para el baño y sosteniendo una manguera a medio metro de distancia me lavó el reguero…



Ilustración:
Angela Guichardo

4 comentarios:

Timoteo Estévez dijo...

jajajja
angelita, creo que esa historia es muy chistosa... y sabes que yo también he caido como una guanabana, jajaj no puedo dejar de imaginarme esa caída... como lo relatas.. jajaj que buen post...

abrazos!!!

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Hola, Angie...

Esas son las consecuencias de las travesuras infantiles, todos alguna vez hemos sufrido un golpe de guanabana.

Me has hecho reir un poco con tu historia de hoy.

Abrazos.

Anónimo dijo...

hahhahaah!!!
yo me imagino esa flaka "encaramá" en su columpio improvisado jejejee....

y la doña dandole el boche en sílabas lOL! Yo -te -he -di-cho-que -no -te -su-bas -a -e-sa- puer-ta...

y ni hablar del regero loL!


que risa!!! :P

Anónimo dijo...

Mana no m haga eto jiji ..recuerdo cuando estaba pequena que mi hermana Disma hizo una hamaca, ella decia k iba a llegar hasta el techo del kiosko y efectivamente llego pero bajo eplotaa al piso, se la llevamos a mami arrastra por los brazos...mami casi se cae muerta, le hechó agua...luego k estaba bien le dien tremenda pela por inventadora. ajjaja

Zule