Para Martín y Carlos Manuel...

Fotos del eclipse del luna de hoy miércoles 20 de febrero 2008. (photos by angie)


En el 1989 fui contratada por la empresa dominicana de teléfonos para trabajar como operadora del 1411. La fecha de entrada era el 21 de Agosto y el 16 emprendí un viaje a mi ciudad natal para pasar esos poquitos días que me quedaban antes de que me convirtiera en una esclava mas del empleo-mundo.

Al llegar a Moca, no quise deshacer mi bulto porque tenía tanta emoción de estar allí y retomar mis recuerdos felices de infancia, las vacaciones escolares, parte de mi adolescencia, mis amigas (os), etc.

Enseguida me reuní con algunas de mis queridas amigas y nos sentamos en el frente de la casa de quien era nuestra vecina, pero que siempre hemos considerado como una tía, de hecho nunca fui a casa de otra persona que no fuese donde Nena-Fausto para alojarme y sentirme igual que en casa.

De pronto un ruido de un motor acelerado me sacude y aunque era costumbre ver a los jóvenes conducir a alta velocidad, no dejé de sentirme preocupada por el que iba en el volante. Mi amiga, no recuerdo cual de ellas, me dice que es Martín quien está manejando esa moto. Martín es otro amigo de infancia, había llegado de Estados Unidos para al igual que yo, pasar unas vacaciones en Moca.

En cuanto pudimos, fuimos a casa de Martín a saludarlo. Entramos hasta su habitación, por asuntos de confianza, pues habíamos crecido juntos como quien dice. Nos acomodamos y empezamos a conversar. Mientras…miro una camisa que estaba colgada de una puerta, como recién planchada y como cuando tienes intenciones de usarla mas tarde. El primer pensamiento que tuve al verla fue que parecía una prenda muy triste porque era blanca y tenía un bordado negro en la parte delantera. Mi percepción textual fue: Que camisa tan fúnebre!... pero nada… volví a integrarme a la conversación y quisimos convencer a Martín para que nos diera una vuelta en la moto, petición que él rechazó todo el tiempo, justificando con mucha razón que él conducía muy rápido y que no quería que nos fuera a suceder algo.

Finalmente nos rendimos y desistimos de nuestro deseo, pero quedamos en juntarnos mas tarde en su casa para hacer un “cocinao” y aprovecharíamos para ver todos juntos el Eclipse de Luna que estaba previsto para esa noche.

No había luz eléctrica y estábamos todos fuera de la casa, esperando la comida y el acontecimiento astral, parecería que ambas energías se habían hecho cómplices para hacer esa noche todavía más enigmática. Para esos años, era aun muy miedosa, todo me asustaba y me mantenía muy tensa. La oscuridad era mi peor pesadilla, así que aunque estaba rodeada de amigos me costaba estar tranquila y mucho menos mirar a cualquier lugar que no sintiera temor de ver algo que me horrorizara.

Martín y Carlos Manuel (otro de mis grandes amigos) salieron sin nuestra aprobación en la moto, supuestamente para volver enseguida. Pasaron largos minutos y ellos no llegaban. La comida ya estaba lista, pero mis amigos continuaban ausentes. La Luna comenzaba a esconderse y a pesar del bello espectáculo que observábamos no dejaba de preocuparnos que los muchachos continuaran fuera y la noche era cada vez más oscura.

Felicia y yo nos recostamos una de otra, un poco vencidas por el cansancio de esperar y comenzamos a jugar a la ‘’Telepatía” y decíamos: “Martín, Carlos, ya vuelvan por favor. Los estamos esperando, ya está la comida, venga, vengan, vengan….

De repente, un vehículo pasa por el frente de la casa a una velocidad poco usual por la hora y la poca visibilidad. Nos inquieta terriblemente y nos preguntamos unos con otros, qué podría estar pasando para que alguien condujese de esa manera.

Alguien llega a la casa y nos informa la trágica noticia. Martín y Carlos habían tenido un accidente!, un fatal y trágico accidente! Desde ese momento todo aquel panorama de compartir con amigos, cena, y regocijo de estar juntos de nuevo, se convirtió en un velorio, rompimos en llantos, gritos, todos con caras angustiadas, desesperadas y extremadamente tristes.

Yo hubiese preferido que la tierra me tragara en ese momento, porque me parecía tan increíble que una cosa tan horrible me estuviera pasando el mismo día que llegué a mi pueblo con ánimos de descansar y disfrutar con mis amigos. No sabía qué hacer, todos estábamos como locos gritando y desesperados por la suerte de los chicos.

Después de unas largas horas recibimos la tristísima noticia de que Martín había muerto y Carlos Manuel posiblemente correría la misma suerte por el grave daño en todo su cuerpo, específicamente en la cabeza que dicho accidente provocó.

Ya era de madrugada, no llegaba el cadáver de Martín y no me visualizaba esperarlo para verlo, yo no tenía ese valor, me marché a casa de Nena-Fausto, me acosté con uno de sus hijos, que era como mi hermano, no hubiese podido estar sola en un cuarto y con todo y ropa me recosté, pero sin poder dormir absolutamente nada. Me moría de miedo.

Después de unas horas en vela, escuché la guagua que pasaba por el frente de la casa, aquella que recogía los pasajeros que se dirigían a la capital (era un servicio de antes) me levanté y le dije al hijo se Nena: “Me voy para mi casa, no puedo seguir aquí, no estoy bien, quiero irme ya”. Recogí mi bulto aun sin deshacer, abordé el vehículo y me marché. No regresé a mi pueblo hasta después de unos largos años.

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Martín tenía unos 20 años, Carlos igual, afortunadamente sobrevivió, pero hace dos años, el día que se celebra la independencia de los Estados Unidos, Carlos falleció tratando de salvar a su hijastro que se ahogaba en un balneario allá en Nueva York.

Por eso, hoy, este Eclipse me ha hecho recodar a mis amigos, con una profunda tristeza y el imborrable recuerdo de una noche fatídica en la cual viví uno de los momentos más tristes de mi existencia.

Que la luz del redentor los haya recibido amigos del alma. Que hoy nos miren desde el lugar prometido por El. Mientras, los pienso y los estimo como si nunca se hubieran ido.