Hoy como casi todos los días luego de mi almuerzo me fui a caminar por los alrededores de la oficina, a la acostumbrada plaza de siempre que recicla las quejas del día que expulsamos alrededor de una mesa de cuatro sillas.
Por el paseo de la Churchill vi unos niños oriundos del país “más pobres de occidente” como le llamaron anoche por CNN, refiriéndose a Haití y no es para menos sabiendo todo el pesar que atraviesan nuestros vecinos.
Eran unos seis “pitís”, jugaban con algunas monedas que lograron recolectar en las esquinas. Estaban todas dentro de un círculo de tiza mientras todos intentaban golpearlas con otra hasta sacarlas de allí y hacerlas suyas, imagino.
Me distrajo la escena,quise tomar una foto, pero quise mas no interrumpir su juego. Sabía que la magia de aquel momento muy pronto se rompería si los despertaba con el flash de mi cámara.
Pensé al verlos tan ajenos al tráfico y al bullicio de la calle que por lo menos aquí pueden jugar plácidamente, aunque sea solo por unos días se les olvida la suerte que corren los otros chiquillos del otro lado del Masacre.
Casi siempre los miramos a través de los cristales negándoles un peso, nos olvidamos que son niños, los juzgamos como adultos y no los tratamos como a inocentes. Volteamos la mirada para no ver sus manos tendidas, reprochamos su desgracia de ser hijos de nadie. No queremos compartir con ellos nuestro trocito de pan.
Son niños, no olvides. Son niños aunque tengan que enfrentar la vida y asumirla bajo extremas condiciones de pobreza, también les escasea el amor, tampoco lo olvides.
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