Cada paso era un puñado de recuerdos ancianos. El panorama me llevó hacía el pasado colonial de entonces. Con erguida elegancia balanceaba mi abultada cretona de mi amplio y hermoso vestido de doncella.
En mis manos, agitaba con gracia el abanico de encajes blancos, mientras hacía reverencia a la pareja novios que me saludaba.
De pronto, miré a mi derecha y las marcadas ruinas de una casona de la época me devolvieron forzada a la realidad absoluta de mi paseo por la zona.

El aviso colgado en el frente rezaba: "Nos mudamos a la calle José Reyes". Hace mucho que se fueron! Advertí.
Me repuse para seguir mi andanza, pero un silbido que casi gritaba mi nombre me hizo voltear. Rebusqué curiosa por los alrededores hasta que mis ojos achinados lograron encontrar al ruiseñor.

Aceptó con agrado mi foto y me regaló de nuevo una dulce sonrisa. Le dije adiós y ahí siguió, atrapado en su vieja caja de añoranzas e historias.
Ahí ha de estar aun, silbando y sonriendo a los transeúntes de la zona.
4 comentarios:
Diaaaaañe, Angie... qué levante!!! :D
La foto de la fachada es muy expresiva... sólo sugeriría que la fotografiaras de nuevo, pero plenamente de frente...
Y el viejo... echa, qué Tom Cruise!
buen post.
me encanto.
pero si fueran unas amigas mias se embalan. si ven ese señor.
wow que humanista eres.
te felicito creo que me identifico con tigo.
me encanta como escribes.
Hola, Angie...
Aquellas casonas que son un patrimonio arquitectónico de cualquier ciudad, pero que a veces dejamos sumidas en el olvido.
Al menos ésta, tiene su habitante que le hace menos doloroso el abandono.
Abrazos.
De pronto una tarde de ocio dedicada a vagar y me topo con muy buenos blogs, que me hacen lamentar no haberlos encontrado antes.
Me gutó tu estilo para escribir y tus fotografías.
Por aqui nos veremos pronto nuevamente.
Un abrazo desde México.
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